domingo, septiembre 03, 2006


El día del Informe de Gobierno, fui al Zócalo para observar el clima político del cual me he limitado a leer en prensa e intecambiar puntos de vista con otras personas, pero sin participar en los hechos que se han presentado en esta ciudad.
Llegué por Hidalgo, última estación disponible entre el Centro Histórico y General Anaya. Entré a los dominios del plantón en Juárez y continué por todo Madero acompañado por una marea de personas que chocaba con la que regresaba de la plaza principal al terminar Obrador de dar su discurso. Carpas, música, puestos informales, folletos, calcas, foros, talleres artísticos, etc., eran parte del recorrido.
Finalmente el Zócalo. Hacía un mes que no entraba al primer cuadro de la ciudad y fue agradable volver a este espacio.
Gente. Consignas. Puños alzados.
Ya sea por convicción, apoyo o curiosidad las personas se desplazaban y se integraban a otros grupos, se reencontraban o se reconocían en los otros.
Dentro de las carpas, se discutía lo que se presentaba en tv, la planeación para resolver las necesidades de la gente que ocupa las tiendas y las medidas a tomar, con un carácter sereno ante la situación inevitable que se acerca. Sin embargo, también se percibía enojo, se escuchaban discursos radicalizados y argumentos sin fondo, que contrastaba con lo anterior.
Esto me dejó de nuevo sumido en la incertidumbre y afirmó la idea de que la situación actual no finalizará pronto. Ante este escenario, es bueno ver que en varios sectores las personas se preparan para actuar más allá del conflicto entre Calderón y Obrador; se preocupan por transformar el rol del ciudadano para que tenga un papel protagónico dentro de la vida pública del país, busque ser dueño de su futuro, obtenga mayores oportunidades y el respeto de la gente que lo gobierna. Que su participación deje de estar amordazada por el voto, elemento que legitima (o no) a los políticos cuya representatividad es nula.
Como ciudadanos tenemos derechos y obligaciones que van más allá de un voto. La democracia en este país debe dejar de ser sólo representativa, también debe ser participativa, incluyente, plural y responder a la diversidad que hay en nuestro territorio.
El conflicto va más allá de los intereses de una partidocracia sorda y ensimismada, más allá de dos personas en franca pelea por el poder.
La sociedad debe organizarse, dialogar y aprender a exigir, aportando soluciones y delimitando el poder absolúto que los gobernantes han acumulado durante todos estos años.

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