domingo, marzo 04, 2007

FICCO 2007

Nuevamente el Festival Internacional de Cine Contemporáneo (FICCO) se realizó en la Ciudad de México. Gran cantidad de películas, documentales, retrospectivas y alternativas del cine mundial fueron presentadas por 11 días en una oferta y programación tal que sólo estudiantes, desempleados o cinéfilos de corazón puedieron disfrutar.

Sin embargo, el FICCO se consolida en su 4ta. edición como una opición más bien elitista con salas repletas de yuppies y/o neo hippies, y ofreciendo lo mejor del cartel en zonas "bien" de la capital. Además, en esta ocasión los problemas fueron más visibles que en anteriores ocasiones: pésimos horarios como ya es costumbre en este tipo de maratones; pocos cines, y no necesariamente de fácil acceso; una programación "sujeta a cambios" bastante irritante e intransigente, etc.

A pesar de lo mencionado, no me resistí a esta oportunidad de asistir en tres ocasiones a esta invitación general. Si, triste pero cierto, sólo tres, y dos de ellas consideradas por el conocimiento previo del trabajo de sus directores.

Día Noche, Día Noche, de Julia Loktev
Película sobre el tema terrorista que promueve la desmitificación del "enemigo externo".

Una joven con rasgos balcánicos o rusos es la portadora de una bomba por decisión propia. A lo largo del filme tendremos acceso a pequeños detalles de su vida privada y personalidad de manera discreta. Sus padres no están muertos, por el contrario, al parecer son norteamericanos y confían en ella; no hay problemas económicos; consume junk food como cualquier adolescente; y está totalmente confudida.

El temor ante el hecho inminente y su fe entregada a un Dios "sin denominación específica" nos deja el beneficio de la duda.

Pasiones Privadas en lugares públicos, de Alais Renais

Resnais recurre a la nieve como un ente conector entre historia e historia y como factor de melancolía -cual obra de Orhan Pamuk, Nieve-, además de utilizar una luminosidad a lo largo de la película como reflejo de la misma.

En esta producción somos testigos de como siete personas tienen como común denominador la soledad, así como la rutina y monotonía de su vida cotidiana. Las vidas de los personajes se relacionan como un juego del destino sin que ellos se percaten -aclarando que esto no es el factor crucial ni el objetivo forzado y prioritario como otras películas de estas características como las del sobrevalorado Iñárritu-, compartiendo sus esperanzas, deseos y desilusiones entre ellos, algunas veces esperando una continuidad que no se presenta, o bien sólo buscando a alguien que las escuche.

El final no es optimista, aunque hay decisiones personales y cambios de por medio. Paradójicamente aunque seis personajes comparten una relación amorosa o filial, sólo encuentran compañía y comprensión en perfectos extraños.

El personaje ideal... Charlotte, fanática religiosa y famme fatale por igual.

El Imperio de David Lynch
Última pesadilla de este director norteamericano que nos presenta historias poco lineales y donde todo está permitido.

Con sala llena y cortos esporádicos por el maltrato de la cinta en el traslado del día previo asistimos al encuentro con personajes grotescos y decadentes; espacios elegantes y derruidos; habitaciones oscuras con lámparas de luz roja que crean ambientes sórdidos y llenos de locura.

No hay nada que explicar, y sí mucho que especular. Nuevamente participamos de la genialidad de un director que nos conduce a un entorno "familiar", pero que no deja de sorprender.

La música, el casting, las locaciones, todo está en su lugar, y en este caso todo está al servicio de "El Imperio", prostíbulo del lugar.
Escenas del imaginario lynchiano: putas bailando Locomotion, y una extraña mujer acercándose, metamorfeándose, en un camino desierto y transfigurándose en un sujeto.

Fueron pocas... pero valió la pena.

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