jueves, noviembre 10, 2005

LA CIUDAD DE LA ESPERANZA

La semana pasada, camino a casa de mi abuela, me tocó que me bajaran de la micro para una revisión. Ahí nos ven a todos los hombres en el camellón siendo revisados para saber si alguno de nosotros podía ser un peligro para los demás. Lo más curioso de esto es el hecho de no sentirme molesto, al contrario, resulté estar a favor de la política fascistoide de la ciudad -alguna vez fui víctima de asalto junto con el resto de mi familia en la misma ruta-, y con sorpresa descubro como uno se adapta a la situación dfeña y cosas inaceptables en otro contexto se hacen necesarias, dándote ese aire de seguridad que algunas veces es necesario respirar acá.
Historia aparte es la experiencia del metro. A toda hora, en cualquier dirección, niños, sordomudos, operados, personas con problemas con sus extremidades, cantantes, etc., se coordinan para realizar sus labores sin afectar al "compañero de trabajo". No hay estación en la que, mientras uno sale, otro entra y olvídate si es uno de los nuevos trenes, la línea es contínua. Es triste y algunas veces grotesco tener que chutarte la historia de fulanito recién operado o la problemática cotidiana de mengano.
En fin, ya veremos las propuestas para el nuevo gobierno de la ciudad.

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